Eremita de pábulos sin visera
con botavaras carnales de deseo,
subyugante con tu mirada en ristre,
regalando el beso de la vida.
En tu regazo umbrío y tortuoso
juega el intrépido sueño despertado,
con tus manos nervudas y tostadas
lanzas adioses que persuaden.
Adalid de esperanza en tu memoria
de fatuos impresos en tu mente,
ostensible, te adornan las palabras,
eres rebelde y pasajero de la tinta.
Inexpugnable, serio y arrugado,
encoges tu poder fortalecido
por murallas de acólitos y fieles,
eres vivaz, inteligente y astuto.
Recorrido de onomatopeyas silentes
en el rio sideral de letras de libro,
saltas obstáculos arrebatando consejos,
ganador, héroe de tu destreza.
En la “jaima” enterraste tu misterio
ensalzando el ego que perdiste,
eres un fragmento de un retrato,
un olvido, alguien que pasó el rato.
Braceabas dirigiéndote a la turba,
eres pecado o solo la distancia,
en el vaivén que explica la caída
de alguien que cayó en desgracia.